Tú estás creando tu mundo—con cada pensamiento, palabra y emoción
- Katiana Cordoba
- 31 mar
- 4 Min. de lectura

Somos responsables.
Responsables de nuestras palabras, de nuestros pensamientos y—más profundamente aún—de cómo nos relacionamos con nuestras emociones.
Entre estos tres, las palabras son las más fáciles de manejar. Se mueven con más lentitud que los pensamientos y las emociones, y tenemos un margen de elección mayor. Luego vienen los pensamientos, más rápidos, muchas veces automáticos. Y por último están las emociones—rápidas, intensas, a veces abrumadoras. Surgen antes de que sepamos por qué. Pero aun así, no estamos sin poder. Podemos observar. Podemos sentir. Y podemos elegir.
De hecho, nuestras palabras suelen ser el resultado de lo que sentimos y de lo que pensamos. Por eso, si empezamos por cuidar nuestras palabras, ya estamos transformando nuestra realidad interior. Y desde ahí, el mundo exterior también empieza a cambiar.
Porque todo el tiempo estamos creando—a través de lo que decimos, lo que pensamos y lo que sentimos.
La creación no comienza con lo que hacemos, sino con cómo vemos
Crear no es solo actuar. Es cómo vemos la vida, cómo interpretamos lo que está frente a nosotros.
Y esto es clave: lo que vemos puede ser neutral. Pero cómo lo vemos depende de nosotros. Esa forma de ver está moldeada por nuestras creencias, nuestras experiencias, nuestra energía. Y en el momento en que cambiamos nuestra forma de ver algo, eso que vemos también empieza a transformarse.
Cuando cambiamos la forma en que vemos las cosas, las cosas cambian.
Ese cambio en la percepción abre caminos. Una tormenta se convierte en silencio. Un problema se vuelve oportunidad. Una emoción se vuelve maestra.
Las palabras son vibración
Cada vez que hablamos, emitimos una vibración que afecta nuestro entorno… y también nuestro interior.
Nuestras palabras no solo comunican: crean. Llevan intención, llevan creencia, llevan energía.
Decir cosas como “¡Qué día tan horrible!” o “Esto es insoportable” puede parecer algo sin importancia. Pero no lo es. Estas frases cargan una vibración que alimenta una realidad. Y lo que decimos, repetimos y sentimos… se convierte en lo que vivimos.
Por eso cuidar el lenguaje no es superficial. Es una forma de cuidar la realidad que estamos sembrando.
Las emociones también crean
Las emociones son energía en movimiento. A veces incómodas, a veces hermosas. Pero siempre significativas.
No se trata de reprimirlas, ni de esconderlas. Se trata de observarlas. De entender qué nos quieren mostrar. Porque si no las vemos con conciencia, empiezan a colorear la forma en que interpretamos todo. Y así, sin darnos cuenta, comenzamos a vivir desde esas heridas no sanadas.
Por eso sentir es importante. Sentir con presencia, con respeto hacia uno mismo. Esa es la puerta a la transformación.
Todo es posibilidad
En el nivel más profundo de la existencia, la realidad no es algo fijo. Es un campo de posibilidades infinitas.
Incluso la física cuántica lo dice: las partículas no están en un solo estado hasta que alguien las observa. Antes de eso, son pura posibilidad. Y cuando las miramos, se “colapsan” en una forma específica. O sea, la forma en que percibimos algo determina cómo ese algo se manifiesta.
Así funciona también nuestra vida.
Lo que creemos, sentimos y enfocamos… se convierte en nuestra experiencia.
Por eso elegir cómo vemos el mundo no es poca cosa. Es la base de lo que vivimos.
El invierno y la percepción
Cuando llegué a Canadá, notaba cómo muchas personas se quejaban del invierno. Que la nieve, que el frío, que no se puede salir… Pero yo siempre amé la nieve. Para mí, era algo mágico. Blanca, silenciosa, envolvente.
Y ahí entendí algo: no es la nieve la que agobia… es la percepción que tenemos sobre ella.
Lo mismo pasa con muchas cosas. Mi esposo me decía que eligió amar el olor de los zorrillos (moufettes). Simplemente decidió que en vez de odiarlo, lo aceptaría. Y ahora, cuando lo huele, sonríe. Le agrada. Lo asoció a algo positivo.
Y yo viví algo parecido con la lluvia. Antes me costaba caminar bajo la lluvia. Sentía que me iba a enfermar o que era molesto. Pero en el 2023, cuando hice el Camino de Santiago por toda España—unos 850 kilómetros—me tocó caminar durante días enteros bajo la lluvia.
Y algo cambió. Dejé de resistirme. La lluvia ya no era un problema. Me mojé, sí… ¿y qué? No pasó nada. Estaba viva. Y estaba bien.
También seamos conscientes cuando estamos con otros
Esta conciencia no es solo hacia nosotros. También es con los demás.
A veces sin darnos cuenta, vamos por la vida repartiendo basura emocional. “¡Qué calor tan insoportable!” “¡Otra vez lloviendo!” “¡Qué país tan dañado!” “¡El mundo está perdido!”
Y hablamos así en la mesa, en la oficina, en el carro… y estamos cargando de negatividad a quienes nos rodean.
A veces, esa carga la recibimos. Si estamos vibrando en ese mismo nivel, la aceptamos sin notarlo. Nos contagiamos. Y ahí estamos, alimentando la misma energía.
Pero podemos elegir. Podemos quedarnos en silencio. O responder con una visión diferente. Tal vez decir algo que traiga otra perspectiva—sin imponer, solo sembrando una semilla. O simplemente no recibir eso. No dejar que nos penetre.
Cuidar nuestra vibración también significa cuidar lo que damos y lo que permitimos recibir.
Fe, responsabilidad y creación
A esto algunos le llaman la ley de atracción. Otros lo llaman fe. Pero más allá del nombre, el principio es el mismo: creamos lo que creemos.
No se trata de negar lo difícil. Se trata de elegir lo que alimentamos. ¿Alimentamos el miedo o la confianza? ¿La queja o la comprensión? ¿La oscuridad o la luz?
A veces no podemos cambiar un pensamiento o una emoción de inmediato. Pero sí podemos observarlo. Y desde esa observación, empezamos a sanar. Poco a poco, la conciencia se expande. Y donde hay conciencia, hay poder de elección.
El mundo refleja lo que somos
¿Estamos buscando la enseñanza o solo el problema? ¿Vemos la vida como castigo, o como una guía sabia? ¿Estamos dispuestos a ver desde otro lugar?
Como decía Sartre: “El hombre no es más que lo que hace de sí mismo.” Y los sabios siempre lo han dicho: el mundo exterior es un reflejo de nuestro mundo interior.
Así que hoy, puedes comenzar de nuevo.
Con una palabra. Con un pensamiento. Con la forma en que describes tu día. Cada instante es una pincelada más en el lienzo de tu vida.
Tú no eres solo un espectador de esta realidad.Tú eres un creador.
Y cuando cambias la forma en que ves las cosas… las cosas cambian.
Katiana
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