En mi última publicación, compartí una experiencia que tuve durante una meditación, un profundo viaje de sanación y comprensión. Es una práctica que realizo con frecuencia, explorando mi mundo interior para descubrir las raíces de mis sentimientos y reacciones. Esa meditación en particular fue especialmente hermosa, aunque surgió de algo muy simple: una ola de ansiedad provocada por un momento cotidiano.
Esto fue lo que ocurrió. Mi esposo me dijo casualmente que no quería ver televisión, y casi de inmediato, sentí ansiedad. A primera vista, esto podría parecer una reacción exagerada, incluso para mí. Pero como he trabajado mucho en mi mundo interior, rápidamente reconocí la necesidad de detenerme, sentarme en meditación y explorar lo que realmente estaba pasando.
Al mirar hacia adentro, vi a mi niña interior. Ella se sentía insegura, no amada y desatendida. Me di cuenta de que la ansiedad que sentí en ese momento no tenía nada que ver con mi esposo o la televisión. Era una herida de mi infancia que estaba saliendo a la superficie.
En mi mente, ver televisión era “incorrecto”. Lo “correcto” era meditar, ser productiva, seguir el camino que me he trazado. Y cuando no hacía lo que era “correcto”, sentía un profundo rechazo. Esto provenía de un lugar en mi infancia donde había aprendido, consciente o inconscientemente, que el amor y la atención eran condicionales, que se ganaban haciendo las cosas “bien”.
Al sentarme con esta realización, sentí compasión por mi niña interior. Comprendí que ella aún cargaba con esa creencia programada: “Si no haces lo que está bien, no serás amada.” Esta creencia había moldeado muchas de mis reacciones, generando una sensación de urgencia, incluso ansiedad, cuando sentía que no cumplía con ciertas expectativas.
Pero aquí está la verdad que le recordé a ella, y que también me recordé a mí misma: Estoy a salvo. Soy amada. Soy libre de elegir sin temor.
Este proceso de descubrir y sanar estas creencias ocultas es muy importante. A menudo, cuando reaccionamos exageradamente a algo pequeño, lo descartamos. Pensamos: “Oh, estoy siendo demasiado sensible.” Pero estas reacciones tienen raíces, más profundas de lo que nos damos cuenta. Son hilos del pasado que nos controlan silenciosamente en el presente.
Al mirar hacia adentro, al capturar estos momentos y responder con amor a esa parte de nosotros que se siente herida o asustada, podemos comenzar a desenredar esos hilos. Poco a poco, nos liberamos de la programación subconsciente que nos ha moldeado.
Para mí, este viaje no se trata solo de resolver un momento de ansiedad. Se trata de crear una vida vivida en paz y conciencia. La ansiedad, he aprendido, no es necesaria para tomar decisiones. Imagina a un médico realizando una cirugía de emergencia, ¿preferirías que esté ansioso o tranquilo? La calma permite claridad, presencia y acciones alineadas.
Lo mismo ocurre con todos nosotros. Vivir en una conciencia tranquila hace que la vida sea mucho más ligera, mucho más libre. Y esto comienza con esa disposición a mirar hacia adentro, a sanar las raíces de nuestras reacciones y recordarnos que estamos a salvo, somos amados y somos completos.
Este es el trabajo del que hablo en mi libro, Cómo superar la ansiedad. Se trata de descubrir el sentido profundo de lo que parece una reacción exagerada. Se trata de reclamar nuestra libertad para vivir en serenidad y amor.
Entonces, la próxima vez que sientas una ola de ansiedad por algo aparentemente insignificante, detente. Pregúntate: ¿Por qué está aquí? ¿De qué se trata realmente? Y lo más importante, recuérdate: Estoy a salvo. Soy libre. Soy amado.
Sanar es un viaje, pero es un viaje que nos acerca a nuestra verdadera esencia: tranquila, en paz y completa.
4o
Commentaires