La Verdad, la Amabilidad y el Valor de Ser Uno Mismo
- Katiana Cordoba
- hace 3 días
- 3 Min. de lectura
Reflexiones sobre la frase: “Es mejor ser amable que tener la razón.”

Hay frases que suenan sabias y dulces desde el primer momento en que las escuchamos. Una de ellas es:“Es mejor ser amable que tener la razón.”
Y sí, tiene una belleza simple, una intención noble. Pero si la miramos más de cerca, también puede esconder una trampa sutil. Porque muchas veces, en nombre de la amabilidad, dejamos de ser verdaderos.
Callamos lo que sentimos.Negamos lo que necesitamos.Nos acomodamos a lo que el otro espera, aunque por dentro algo nos dice que no estamos siendo honestos con nosotros mismos.
Entonces, ¿es eso amabilidad… o es miedo?
En muchas ocasiones, lo que llamamos “ser amable” no es otra cosa que la necesidad de agradar. El temor a incomodar, a decepcionar, a ser rechazados. Entonces sonreímos, decimos que sí, evitamos el conflicto… pero a costa de nuestra propia verdad.
Y esa no es una expresión de amor.Porque el amor verdadero empieza por uno mismo.
Si no me permito expresar con claridad lo que siento, lo que pienso o lo que necesito… ¿quién lo va a hacer por mí? Si siempre soy yo quien se adapta, quien cede, quien calla, ¿cuándo me escucho? ¿Cuándo me respeto?
Esto se vuelve aún más evidente en personas que tienen un gran corazón, que quieren ayudar, servir, ser luz para los demás. Personas que suelen decir “sí” por costumbre, que evitan los conflictos, que anteponen la paz ajena a su propio bienestar.
Pero el silencio no siempre es paz.A veces es una forma de abandono.Y cuando nos abandonamos por dentro, esa herida empieza a reflejarse afuera: con relaciones desequilibradas, con vínculos donde no somos vistos, donde no somos cuidados como merecemos. Porque hemos enseñado, sin querer, que nuestras necesidades no importan.
Por eso hay que tener cuidado con la idea de que “ser amable” es siempre la mejor opción.Porque muchas veces, hacer lo correcto es el acto más amable que existe.
Por ejemplo, imagina que compras un producto, y al ir a recogerlo te das cuenta de que no es lo que pediste. Puedes:
Callar, sonreír y llevártelo para no incomodar.
O hablar con respeto y decir: “Esto no es lo que estaba buscando, no es lo que pagué.”
Ambas opciones pueden hacerse con amabilidad.Pero solo una es fiel a ti.
No se trata de ser duro, ni grosero, ni confrontativo. Se trata de ser auténtico.Y desde esa autenticidad, comunicar con claridad, con respeto, con amor.
Ser real no es lo opuesto a ser amable.Ser real es el comienzo de la verdadera amabilidad.
Eso sí: también hace falta sabiduría.Hay momentos en los que insistir en tener la razón no construye, no abre puertas. A veces, el otro no está disponible para escuchar. Y en esos casos, el silencio puede ser un acto consciente, una elección sabia. No porque tengas miedo, sino porque eliges la paz, eliges no desgastar tu energía en algo que no florecerá en ese instante.
La clave está en mirar dentro de ti con honestidad:
¿Estoy callando por miedo o por amor?¿Estoy hablando desde el deseo de conexión o desde la necesidad de ganar?¿Mi amabilidad nace de mi fuerza interior… o de una herida que teme no ser aceptada?
Cuando aprendemos a expresarnos desde un lugar de presencia, de equilibrio, de amor verdadero, entonces podemos ser fieles a nosotros mismos y respetuosos con los demás.
No hay que elegir entre ser amables o tener la razón.Podemos elegir ser verdaderos con amabilidad.
Porque una verdad sin amor puede herir.Y un amor sin verdad se vacía.Pero cuando la verdad se expresa con amor… se vuelve medicina.
Y esa es la verdadera transformación. La que sana, la que eleva, la que libera.
Katiana
Comments